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El paso de los años lo tienen más vigetente que nuca. Tradición jujeña que se adueña de todo y todos en el norte del país.
En época de carnavales son muchos los festivales o tradiciones que existen. Si de eso hablamos, no podemos dejar d emencionar al ''desentierro del diablo''.
En esta tradición se celebra la liberación de los deseos reprimidos y se transforma en un ''vale todo, cualquiera puede embriagarse con la famosa y bien ponderada chicha o los baldes de «sangría», sin ningún tipo de culpa. Al final del último carnaval, el Diablo, o ''coludo'' para algunos, es desterrado.
El santo rojo es sacado de las apachetas, son unos huecos cubiertos de piedra en los que, según cuenta la historia, alimenta la diosa Pachamama, a quien se pide permiso para tamaño libertinaje.
Una vez finalizado el ritual rojo, llega el momento de la alegría y otra pizca de tradición. Los ritmos andinos toman el protagonismo. Las comparsas se hacen presentes y sus seguidores comienzan el desfile callejero, mientras las puertas de las casas se van abriendo.
Imponiendose ante el paso del tiempo y a la mirada un poco de extrañeza de los que no lo comparten, esta festividad suma cada vez más gente entre sus filas y que finalizará recién por el 6 de marzo tras haber empezado hace dos días atrás.